Decoración proviene del latín "decoratio" y viene de la acción y efecto de adornar. De ellas también proviene las palabras decencia y decoro en el sentido de acomodar un espacio interior, darle congruencia. Esto puede tener relación en el ámbito también de la escenografía o en la creación de ambientes cinematográficos. En el caso del museo, la museografía es una parte esencial para la construcción de estos entornos.
Los objetos que pertenecen a la decoración del museo, al decoro, enuncian que se está en un espacio distinto, donde las reglas son claras, como la silla del vigilante que te recuerda lo que “No” puedes hacer, las taquillas donde dejas tus pertenencias como primer contacto con el control, las cortinas que cubren todo tipo de interferencia visual fuera del espacio y las peanas que elevan las obras para evitar ser tocadas.
Uno de los primeros usos de la palabra decoro en el arte proviene de la Antigüedad, y expresa la conveniencia armónica de existir determinados elementos en el mundo. En el Renacimiento italiano, Alberti, Leonardo y Palladio piden esa misma congruencia o decoro con lo real. El decoro tenía que ver con la congruencia entre imagen y contexto; es decir, era indispensable una coherencia entre la historia y la representación de sus personajes en las obras de arte.

Es así como los artistas debían poner todo su cuidado en las imágenes que construían, pues debían de ser semejantes a las personas que representaban. En este sentido, la decoración tiene que ver con una congruencia y orden de un espacio pensado desde cierta lógica de representación. En el caso del museo, sus elementos ornamentales están íntimamente ligados con un orden de pensamiento y planteamiento del mundo específico y no hay cabida para otro.

Incluso en España, en el Lazarrillo de Tormes, por ejemplo, en virtud del “decoro”, el autor coloca al pícaro en el mundo desde una verosimilitud narrativa. Es decir, el “orden” y la “lógica” de entender el mundo deben verse reflejados en el decoro de la obra. Una visión alternativa, no funciona, Jusepé Martínez explica la razón: “porque he visto a muchos pintores ser sus obras muy censuradas, y con toda razón, por significar figuras ajenas de toda verdad y expresión histórica, colocándolas de extravagantes modos, sin decencia, sino atropelladamente”.
Además, según las leyes romanas, los bienes se dividían en lo mueble y lo inmueble. Es decir, las pertenencias que se podían trasladar, como las mesas, cortinas, o sillas y las que no, como una casa. Los bienes móviles tenían menos valor que los inmobiliarios. De ahí la frase latina “Res mobilis, res bilis”, o sea, “cosa movible, cosa inservible."

En este sentido, los objetos del museo podrían cumplir una doble función. Por un lado, ser objetos que se diferencian del resto por tener un “valor” menor, pero a la vez, fungen como elementos de decoración, del decoro, de dotar al espacio de una congruencia. En este caso, es ese bajar la voz, caminar más lento, observar con detenimiento e ir libre de todo objeto que no tenga la congruencia narrativa y la verosimilitud de ese ambiente "pulcro" construido al interior del museo.
DECORACIÓN