Savonarole: la firmeza del material y el diseño de un objeto
Fue dura la elección, pero esbozada la idea en su cabeza, y aunque no del todo clara la concepción, Dubuffet tomó los materiales que había ido compilando desde el caos –la ceniza, el cemento blanco y el mortero– dispuesto a crear “algo”. Probablemente, ni él mismo sabía cuál era el fin de recolectar toda aquella acumulación de materias que acabamos de citar, y tampoco en qué sentido tornarían sus esfuerzos o el destino, finalizado el orden de los materiales. Sin embargo, una vez puesto en marcha su trabajo, se dispuso con las manos llenas de ingredientes y “…las diferentes maneras de colocar los libros, no deja de ser arbitrario. Este orden, como cualquier otro, no es más que un dique contra la marea de recuerdos que, en continuo oleaje se abate sobre cualquier coleccionista que se abandone a sus gustos. Si es cierto que toda pasión linda con el caos, la del coleccionista roza el caos de los recuerdos. Diré más: el desorden ya habitual de estos libros dispersos subraya la presencia del azar y el destino, haciendo revivir los colores del pasado. Pues una colección, ¿qué es sino un desorden familiar que adquiere así la apariencia del orden?”
“Polvo eres, y en polvo te convertirás”, dice el versículo 19, capítulo III del Génesis. En cada ceremonia del culto católico del Miércoles de Ceniza, el oficiante se dirige a sus fieles, mientras les esboza una cruz de ceniza en la frente, con la oración citada; “Polvo eres, y en polvo te convertirás”. El significado viene a extender una advertencia al ser humano que le impide olvidar su finita materialidad, puesto que ha nacido de polvo, y de la misma forma, en polvo se convertirá al morir. A priori, puede desconcertar la analogía entre el texto de Kleege, nuestro "Savonarole", y la frase bíblica antes descrita. Pero antes de sumergirme en la cuestión, quiero exponer con toda franqueza que mis raíces, de una idiosincrasia altamente empapada del dogma cristiano, a veces me impiden desligar ciertas reflexiones de temas concretos, como en este caso. Recordemos que "My secret weapon" habla de la figura del ciego en tanto reacción ajena, y, especialmente, a su "weapon", es decir, el “arma blanca” que representa el bastón. Parece ser que la herramienta del ciego se ha convertido en aniquilación para el factor “no otro” de la sociedad –los muchos que no padecen de enfermedades crónicas/degenerativas–, en un instrumento que hace escandalizar al vidente circundante.
Entre gritos y sollozos, se refleja el miedo en las personas. Se gesta el pánico hacia el bastón, y, por supuesto, incluye a su portador. Pero, ¿de qué tipo de miedo estamos hablando? Podría considerarse que la persona postrada delante del invidente quiera enfrentarse a la propia muerte, cuyo personaje ha personificado desde tiempos remotos, y por la mitología cristiana, con una túnica negra y guadaña en mano, simbolizando la herramienta que extingue la vida –el bastón del ciego–. "Savonarole", por su parte, dada la condición material en tanto que el polvo le da la forma, pero una forma que deja ver el polvo –es decir, su enfermedad–, es un ente que camina entre la vida y la muerte, y es su bastón –la peana de diseño rectangular- lo que le permite palpar el camino; la realidad, y moverse entre los demás. La peana traduce de manera tangible aquella caña de ciego que anuncia a los demás su llegada, a los que miramos desde el “otro lado”, y nos damos cuenta de que el polvo se acerca con un pie dentro de nuestra propia escena. La peana, es así un objeto de orden que anuncia el caos.
De esta forma, el punto de confluencia entre el ciego, su bastón, "Savonarole" y su peana, es que mediante el objeto que ambos portan –y les da la firmeza oportuna– revelan la verdad en cuanto a la finita condición humana. Por ello, no creo que el bastón sea el arma en sí, sino la noticia del peligro. El anuncio de una condición, que en este caso, es la que sufre el ciego –ceguera-, para con los demás. De hecho, y de manera muy irónica, la propia Kleege cuenta cómo en un momento dado parece haber nacido una conciencia que cree poder enfermar de lo mismo si choca con esta persona referida. Por eso, huye. Luego, ¿si no me aparto de "Savonarole" cuando la peana anuncia su llegada, y colisiono, me convierto en el mismo polvo que me dio la vida?
La etimología de peana proviene de pes, pedís, y se traduce como pie. Es decir, no se refiere a una plataforma al uso, sino a un elemento, o mejor dicho, a una extremidad que hace las veces de cuerpo, mientras ejerce, además, la función sustentante para otro cuerpo –pues el pie proporciona la estabilidad–. De modo que, al hablar de peana nos referirnos a fijeza, y a firmeza, no a la posición donde se sitúa un objeto en un lugar. La peana es para "Savonarole", de alguna manera, y como observábamos en el apartado anterior basado en el texto de Kleege, el objeto que le permitía “poner un pie en la realidad”, es decir, una suerte de salvación ante el caos de la pérdida y el desconcierto. Pero, ¿de qué tipo de pie hablamos en estos momentos? Pues, en lo que parece ser un objeto ajeno, en realidad no se trata de tal, pero tampoco de “algo” propio del cuerpo referido, y por consiguiente, se situaría en el limbo de las consideraciones. Lo que sí planteamos es que se trata de un semi-objeto distinto al cuerpo, pero adherido, anexo a la pieza sin una línea diferenciadora –nada más que por el color de contraste entre ambas cosas–.
Al igual que la prótesis, constituyendo un remplazo de lo faltante, en este caso la peana se inserta dentro del cuerpo a través de una acción disolutiva, porque se fusiona atrapando la única pierna de "Savonarole", convirtiéndose en el “pie” estabilizador que le faltó en su nacimiento –o desapareció después–. Por lo tanto, comprende un remplazo para lo carente, y pone de manifiesto el orden que cosifica el artefacto en el caos de la falta. Pero la prótesis, en términos generales, como especificado en la peana ahora mismo, no releva destino más que un acto tropológico para corregir las imperfecciones de esta figura que insinúa un contorno antropomorfo. El armatoste protésico nace de una meditada tecnología funcional para que, tanto de forma literal como metafórica, se pueda insertar (de nuevo) en la sociedad a un ser desposeído de una parte de su cuerpo. Pero ¿es esa parte faltante lo que incapacita en labores a este sujeto, y por eso se ve en la obligación de adoptar materia artificial para “rellenar” su hueco? O, ¿es la sociedad la que
hace a-funcional a esta persona que requeriría de un artilugio tecnológico para complementarse? Incluso, tras estas cuestiones volveríamos a la tropología que se basa en la doctrina moral dirigida a “corregir” lo que suele darse en las costumbres, ahora en lo matérico. Sin embargo, ¿qué ocurre si nuestro Savonarole no pretendía, ni pretende, ser corregido, prefiriendo permanecer en el desorden de su desestabilidad, o a lo que mencionarían como “invalidez”? No queriendo estar de pie, sino tumbado, boca arriba, boca abajo, o de lado. Bueno, y hablando de invalidez… ¿acaso hemos pensado alguna vez en la etimología de invalido (no-valido)? O de ahí a, ¿tenemos el derecho de “arreglar” la imperfección –lo que creemos como imperfección–? Y, en cuanto a nuestro amiguito de polvo y ceniza, ¿qué es una peana en cuanto a firmeza para él? o, por otro lado, ¿qué es una prótesis en tanto estabilidad? Porque no olvidemos que prótesis nace como una metonimia de la “falta” –lo que antes estuvo puesto, ahora vuelve. Pero también, lo que nunca hubo–.
Previamente a tomar el hilo en cuanto al objeto y su lugar, cabría tener en cuenta, antes de empezar cualquier cavilación, que el objeto trabajado a lo largo del texto asigna a una pieza artística. Quiere decir, que no se refiere a un objeto en particular, y por consiguiente, a un instrumento funcional, como podría ser el caso de una silla –Isis–, una mesa o soporte destinado a sustentar “algo” –Inés–, una taquilla –Carla–, o una ventana –Diego–. No, nada de eso, sino que se trata de una obra de arte, y con una función no-funcional conceptual-contemplativa. Una función no-funcional que se inserta dentro de un museo, como en este caso situada en la sala 401 del MNCARS. Por lo tanto, hablamos de una función, sin embargo, de una función no-funcional, encargada de construir un discurso. No es una función del todo determinada, pero aquí, y como obra de arte, sí que adquiere un interés con el objetivo de construir un mensaje. Aunque continúe sin tener una función no-funcional –en primera instancia–, de igual manera, permite contar un relato, en este caso; un discurso expositivo –luego, el objeto no-funcional pasa a tener una funcionalidad–. Me refiero a que, no todo lo que es arte se sitúa dentro de un museo, ni todo lo que está dentro de un museo se considera arte –los ejemplos de los compañeros son bastante claros–. Pero, sí consideramos que si un objeto se encuentra dentro de un museo tiene un valor, y en general, tiene un papel que desarrollar; a eso es a lo que nos referimos con la función no-funcional, y por tanto, adquiere un significado. En cuanto a Savonarole, y como la pieza artística que es, se sitúa dentro de una sala de exposiciones, con el fin de completar el discurso expositivo del que hablábamos antes. En particular, se adhiere a la conciencia europea tras la segunda guerra mundial, situada ante un abismo incierto que produce una dislocación, tanto de la humanidad, como del arte habido hasta el momento.
Si hemos estado antentos, venidos hablando del caos y del orden durante todo el ejercicio, de la salvación, la muerte, y es donde entra en juego nuestro objeto, posicionado en un lugar impelido frente a cualquier idea de orden, o de salvación –por mucho que intente apoyarse en su peana, ni como bastón ni como prótesis–. No es casualidad que tome la posesión (casi) protagonista de la sala, al inclinarse hacia el centro de la habitación, y de cara a la escultura L´homme au mouton (1943), de Picasso –Icono paleocristiano, que remite a la Salvación cuando el portador del cordero utiliza al animal para el sacrificio en lugar del ser humano–. El lugar que ocupa el objeto es el lugar de un diálogo, que no sólo conversa con sus “compañeros artísticos”, sino que su propia posición le permite un soliloquio, para traducir, mediante el “polvo eres y en polvo te convertirás” la masacre que desvelan las fotografías tomadas por Lee Miller en los campos de concentración alemanes, reportando una visión de cadáveres amontonados y pilas de enseres personales y materia inerte.
Entonces, ¿hablamos de orden en el caos…?
En cuanto a otro dato inclinado hacia su interés en el examen descriptivo de la pieza: encontramos que la condición de la silueta se sitúa a caballo entre la abstracción y la figuración, dejando entrever al ser antropomorfo que tenemos en frente, cuyos brazos y cabeza se inclinan hacia delante, mientras que su torso, que parece estar unido por una única pierna, se fusiona y se mantiene con firmeza al anclarse en la plataforma geométrica inferior. Que por cierto, el artista utiliza para identificar la obra con su firma. Hablando de plataformas, o peanas -según nos plazca-, me cuestiono su función en este caso. Y, en cuanto a la idea que despliega Deleuze en el “Cuerpo sin órganos”, no cabe la menor duda de que nos encontramos ante un cuerpo inerte, sin vida, pero de la misma forma que el organismo se refiere a un cuerpo organizado, en este caso, la peana, podría llegar a ser el elemento de ese organismo al que llamamos discurso expositivo que inserta a la obra en un contexto de emisión dentro de la sala, o, a contraposición, y como nos cita nuestra compañera Inés de Egaña, la otra vertiente u opción es «…relegarlo a planos secundarios».
La elección del "Savonarole", y valga la redundancia, se debe a su condición material; un cuerpo nacido del polvo, casi que me atrevo a decir, de lo “inmaterial” –apenas tangible– y se le ha dado una forma, en un diseño similar al ser humano (en cuanto al diseño industrial: el ser humano es lo más industrial que la industria ha creado). En este sentido, es lo que vengo a comparar, desde una visión totalmente subjetiva, con el Ave Fénix: el animal de la mitología antigua que emerge de entre sus propias cenizas al morir. Composición análoga a nuestra pieza. En especial, por la figura que representa Fénix a la hora de aportar las cuestiones morales, tanto regeneración de la humanidad en cuanto a la catarsis. La idea de la autodestrucción me interesa debido al factor de purificación, dado que permite eliminar los recursos que alteran nuestra mente o equilibrio nervioso. Es decir, el ser humano, al igual que "Savonarole", nace y muere, muere y nace, desde el mismo punto de partida: sus propios elementos.
Para llevar a cabo el ejercicio se ha tenido en cuenta la selección de una pieza de la colección del MNCARS, tras examinar varias de las características de cierta peculiaridad en cuanto a los materiales que le dan forma. Partimos desde un diseño que, a priori, se presenta como un “algo” tosco, e incluso, caótico. No tiene delineación en primera instancia, aunque de orden se tratase en su boceto previo. Esta obra, ejecutada por el francés Jean Dubuffet, es el resultado de la mezcolanza de algunas materias con cualidades muy específicas, como es el caso; la ceniza, el cemento blanco y el mortero, cuya amalgama, tras la adhesión con aglutinante líquido, conforman una pieza de única silueta que, a su vez, se funde sin apenas delimitación con la peana inferior de geometría rectangular, en una suerte de firmeza para dar así la oportunidad de producir un juego entre el caos del cuerpo y el orden del pedestal. Además, gracias a las cualidades naturales de los materiales, a la par que el proceso de producción de la pieza, permite percibir un diálogo de contrastes lumínicos ocasionado por las imperfecciones de la forma, alterada entre claros y oscuros, al igual que una gama de colores terrosos concebida según la perspectiva desde donde se observe.
Savonarole,
Jean Dubuffet.
1954, Técnica mixta.
29 x 24,7 x 18,5 cm
Analogías “tex/stuales”:
Unpacking my library,
Walter Benjamin
My secret weapon,
Georgina Kleege
A leg to stand on: prosthetics, metaphor, and materiality,
Vivian Sobchack
Pedro J. Trujillo
¿El objeto en su lugar?
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