En esta fotografía en blanco y negro de Helen Levitt (1913 – 2009) vemos un escaparate. En él se muestra un dibujo callejero, probablemente hecho con tiza, que presenta a un ser humanoide sin pelo, con las cejas marcadas y un vestido con cuadros irregulares, rematado con una especie de cuello en forma de corazón. La figura carece de extremidades. En el escaparate se ve reflejado un muro de ladrillo y el edificio de enfrente, donde destacan la puerta y varias ventanas. La fotografía tiene un tamaño de 24,1 x 15,2 cm y está realizada en gelatinobromuro de plata sobre papel.
A pesar de tener opciones que estaban expuestas en el museo, quise aventurarme a investigar la colección digitalizada y decidí que esta fotografía encajaba con aquello que buscaba, es decir, un objeto que no se quedase en su simple materialidad, sino que fuese más allá por aquello que representaba. Una fotografía, ya sea impresa o digital, capta una escena y por eso para mí existirían dos objetos unidos: la fotografía y el escaparate con el dibujo, a pesar de no ser palpable este último.
Por otro lado, he escogido esta fotografía en concreto por su carácter cotidiano ya que es muy común encontrar dibujos y garabatos en las ciudades pero al mismo tiempo posee un sentido misterioso ya que no sabemos las intenciones del dibujante ni qué intenta representar exactamente. La imagen nos habla de la realidad del día a día pero a la vez se centra en algo muy concreto, como si la ciudad se redujese a ese dibujo. Lewitt se centró en captar la vida de las calles de Nueva York y en la colección del Museo Reina Sofía encontramos distintas fotografías que representan dibujos callejeros, la mayoría aparentemente realizados por niños, el tema principal de su trabajo. Es este carácter infantil el que también me lleva a reflexionar si este tipo de dibujos, realizados por niños o transeúntes anónimos, no podrían ser considerados como artísticos.
La Object Lesson con la que me gustaría relacionar esta fotografía es "Thumbnails", escrita por Heidi Rae Cooley. En ella se destaca la diferencia entre las fotografías realizadas con los teléfonos móviles y su versión reducida para ser insertada en sitios web (thumbnails) y las fotografías tradicionales. Los thumbnails no están hechos para ser impresos, principalmente por su tamaño (160 x 130 píxeles o 4,23 x 3,175 cm) sino que se incluyen en el mundo virtual, como un carrete tradicional se revela para insertarse en el mundo físico y objetual a través del papel fotográfico.
A causa del movimiento de los dedos en la pantalla al realizar una fotografía con un teléfono móvil, se establece una especie de tempo y movimiento. Incluso la propia acepción (traducido literalmente como uña del dedo pulgar) tiene un sentido tecnológico y biológico. La autora lo considera una respuesta de una estimulación sensorial, sin una mente que intervenga, tan solo interconexiones e impulsos que controlan el cuerpo. Sin embargo, creo que este proceso también puede ser aplicable a la fotografía tradicional ya que el proceso en el que se realiza una fotografía es el mismo, pero quizás lo más relevante es quien la realiza y con qué intención, ya que de esa manera el movimiento irá acompañado de un pensamiento o sensación diferente.
Mi objeto y el que se plantea en este texto son fases de una misma evolución: la tecnológica, y específicamente la que está relacionada con la fotografía, que varía su materialidad en el mundo virtual. Con estos nuevos avances se hace evidente el control que se puede tener a través de una simple fotografía de un teléfono móvil, que puede ser utilizada de diversas maneras y que aporta datos tanto de una persona individual como de una sociedad. La fotografía de Helen Lewitt nos da información pero solo podremos entenderla si conocemos sus circunstancias; sin embargo, en la tecnología de los thumbnails, es la fotografía la que nos lleva a comprender el contexto. Para Heidi Rae Cooley, toda esta información que se incluye en una fotografía digital y la forma en la que nos auto documentamos en las redes sociales contribuye a una forma de control por parte de gobiernos, corporaciones etc. algo que en la fotografía tradicional no era posible.
Podríamos decir, en relación con los "Juguetes" de Barthes, que el autor del dibujo estaba bastante alejado del prototipo de niño que plantea el ensayista francés. Este individuo no está interesado en jugar con clásicos objetos de madera o con los nuevos y artificiales juguetes que rodean el mundo infantil. Se mueve en otros ámbitos, juega sin juguetes, utilizando una tiza como única compañera. Ni siquiera podemos apreciar si los roles impuestos y definidos por los juguetes, que preparan a los más pequeños hacia su vida adulta, están presentes aquí. Este ser no realiza ninguna acción, carece de extremidades y de género y su indumentaria podría considerarse un vestido o una capa. Como con Benjamin y su colección de libros, se me plantean varias similitudes con la fotografía. No es solo que se puedan hacer colecciones de fotografías, propias o ajenas, impresas o digitales (como los thumbnails), recortadas de libros, revistas o periódicos; sino que el acto mismo de fotografiar es similar al que realiza un coleccionista de libros cuando adquiere un ejemplar. Fotografiar es coleccionar momentos y aquel que lo hace, siempre está a la caza de nuevas instantáneas, que pueden aparecer en los lugares más recónditos, como este dibujo callejero. El abanico de posibilidades que ofrece el mundo a una cámara de fotos es infinito, por lo que quizás esta sea la colección más fácil y a la vez caótica. Es posible que como a cualquier coleccionista, al fotógrafo no sea el objeto (en este caso, la fotografía) lo que más le emociona, sino el proceso de encontrarlo y ser capaz de captar en ese instante lo que buscaba. Helen Levitt era una de esas coleccionistas de imágenes y momentos, con un interés especial por las imágenes callejeras.
Por eso, el álbum familiar por ejemplo también sería una forma de coleccionar, disponiéndose de una manera concreta y cuidada, normalmente en orden cronológico y agrupando las imágenes según el evento o día que representan. La fotografía de Helen Levitt pertenece inevitablemente a una colección tanto en el momento que se realizó, dentro de una época concreta del trabajo de la fotógrafa así como de la vida del lugar donde se hizo, como en la actualidad, donde forma parte de la muy bien denominada colección del Museo Reina Sofía. En él, está catalogada, guardada y registrada en un determinado lugar bajo un sistema específico.
En esta línea podemos unir el texto de "Photographs as Objects of Memory" de Elizabeth Edwards, donde se nos habla de la materialidad de la fotografía en papel. La relación entre la fotografía y la memoria se refleja en el propio objeto ya que la forma material existe en diálogo con la imagen en sí. Conservar una fotografía es un acto de fe en el futuro y se nos presenta como un fragmento de un espacio y un tiempo reproducible hasta el infinito. Las fotografías tienen una función cultural y el cómo y el dónde que disponen tienen su importancia ya que gracias a su materialidad, las fotografías pueden ser manipuladas, dañadas o incluso destruidas, dotándolas de significados diversos.
Aunque estas afirmaciones se realizaran en un contexto de fotografía analógica y parece algo obsoleto, estas características no son únicas de la fotografía analógica ya que existen similitudes en cómo nos relacionamos con la fotografía digital, sobre todo en los móviles. La materialidad pasa a las pantallas y al ratón del ordenador y de forma táctil, podemos modificar o destruir las imágenes, reproducirlas infinitamente, colocarlas en carpetas, en listas, en documentos o subirlas a la nube, dotándolas de una significación diferente según el lugar donde estén. De esta manera, el significado que adquiere la fotografía de Levitt en el espacio del catálogo digital del museo no es el mismo que el que tenía entre las manos de su autora o el que tiene en los propios cajones de los almacenes. El sentido varía desde algo espontáneo, personal, íntimo o caótico a algo público, organizado y catalogado.
Al pertenecer ahora a un lugar oculto como son los almacenes, la fotografía nos habla de alguna manera de aquello que se decide presentar de cara al público en un museo y aquello que queda en la sombra sin que el visitante pueda disfrutarlo. Esta división de espacios se ve suplida por un tercer lugar cibernético, la página web del museo. Al igual que los thumbnails, la fotografía física tiene su correspondiente pareja virtual en el catálogo digitalizado, por lo que la experiencia se democratiza ya que no es necesario desplazarse hasta el museo y pagar la entrada. El mundo de internet difumina las fronteras de la experiencia y da un lugar común a cualquier persona que tenga acceso a él a través de una materialidad diferente. Al igual que un dibujo en la calle, la imagen del mismo, colgada en la red, se vuelve en nuestra sociedad algo alcanzable para la mayoría.
Esta interacción con la fotografía y las nuevas tecnologías alcanza niveles inesperados como en la obra de "The Fall of a Hair" de Rabih Mroué en la que utiliza imágenes de vídeos donde se puede ver a los sirios grabando su propia muerte. Mientras tanto, al otro lado del mundo, personas que se graban mientras conducen tienen accidentes de coche mortales, retratando así otra versión de la muerte. La fotografía se despliega en numerosos medios mientras que su forma material cambia. Tanto el contenido de la fotografía de Levitt como su materialidad nos habla de una época concreta pero sus características no nos resultan extrañas ya que a lo largo de los años han tomado nuevas formas en nuestra realidad digital. Lo analógico se mantiene y a la vez se transforma, desdoblando así su identidad y su naturaleza.
Inés Lois Lozano
Fotografía
Helen Levitt, Dibujo callejero (vestido), Nueva York, 1940, MNCARS