El proyector de diapositivas de la sala 001.04 es un objeto de forma prismática, de planta prácticamente cuadrada y una altura inferior. Está compuesto por una carcasa de plástico gris que contiene en su interior un complejo mecanismo en movimiento. Se encuentra ligeramente separado del suelo gracias a unos pequeños cilindros negros situados en cada una de las esquinas frontales.
En la parte superior, posee una tapa transparente circular que contiene en su interior 80 ranuras, 66 de las cuales están ocupadas por pequeñas diapositivas dispuestas verticalmente. Esta estructura gira intermitentemente cada 4 segundos 66 veces y seguidamente, realiza un movimiento rápido hasta que el número 1 se sitúa en el extremo derecho y completa los 360º. Junto a esta estructura se encuentran una serie de botones dispuestos en línea con diferentes inscripciones.
En la parte que señalaremos como anterior se encuentra un pequeño cilindro en dirección horizontal que dirige un foco de luz hacia una pared blanca situada aproximadamente a un metro de distancia, proyectando sobre esta una imagen. La parte posterior posee una rejilla horizontal la cual también proyecta luz de color verde y roja. A sus lados, pequeñas bombillas, botones, entradas y un cable negro, que se introduce en un orificio circular en el bloque blanco sobre el cual se sitúa.
El movimiento mecánico hace que exista un ruido seco e intermitente, superpuesto a un zumbido constante a menor volumen.
El proyector de diapositivas de la sala 001.04, a pesar de ser un instrumento técnico situado en ese lugar para posibilitar la existencia de la obra, se convierte en el objeto protagonista de la sala. Su presencia es anunciada antes de entrar y se mantiene constante gracias al sonido mecánico que provoca, un sonido que ya es materialidad. No hay una pretensión de ocultar el mecanismo que guarda, el objeto nos muestra sus entrañas, y ese ritmo constante toma cuerpo al observar cómo las diapositivas se desplazan físicamente en su interior atravesadas por el foco de luz. Una luz que se corporeiza también gracias al constante sonido del motor que la mantiene encendida.
Una luz que da como resultado unas imágenes fijas que se disponen en el espacio inscritas en una temporalidad; adquieren duración, ritmo y secuencia. Una secuencia que queda explicitada también a través de la numeración, inscrita alrededor de la fila de diapositivas. El tiempo se expresa física y conceptualmente.

Sin embargo, la producción de imágenes se realiza de un modo contrario al de la cámara fotográfica, que extrae elementos de la realidad y les da un soporte material, la fotografía. El Proyector de diapositivas de la sala 001.04 devuelve las imágenes a la realidad a partir de un registro material, la diapositiva. Paradójicamente, esta maquinaria tan pesada persigue la función contraria, la de desmaterializar las imágenes, quedando reducidas a una luz informe que únicamente adquiere presencia al chocar con otra superficie.
Este proceso de desmaterialización queda indisolublemente ligado al mecanismo que lo posibilitó, apareciendo unos “espectros generados por la tecnología”, como indica Michelle Henning. Estos nuevos fantasmas son creados por el sistema de lentes que desenfoca, oscurece, transforma o incluye nuevos elementos que se han posado sobre la diapositiva, como motas de polvo o pestañas. Además, la imagen se ve nuevamente afectada por las superficies sobre las que se proyecta, produciéndose deformaciones en una dimensión espacial y devolviendo así a estos fantasmas a la realidad. La imagen ya no es representación, sino una materialidad que se nos presenta, que ocupa un espacio. Aquello que la hacía desaparecer es ahora lo que le da un nuevo cuerpo.

Esta estética de la imperfección técnica podría explicar la presencia de este tipo de elementos en el museo para la proyección de imágenes a pesar de los evidentes problemas que plantean. El proyector se nos presenta como un contenedor de un emotivo pasado, “la imagen de la vejez”, como escribe Benjamin a propósito de los libros de su colección. Así, el situarlo en el centro de la sala, igual que la adquisición de un nuevo libro, supone una congelación aurática del objeto, un renacimiento, una “renovación del viejo mundo”.

A pesar de ello, la clasificación de los juguetes que Barthes realiza en sus Mitologías trasciende la materialidad de los objetos y los relaciona en base a su funcionalidad y significación. Los juguetes antiguos, que podrían ser relacionados con el proyector, supondrían una relación creativa y espontánea con el objeto mientras que los nuevos establecerían relaciones lógicas cargadas de significación y literalidad. ¿Qué significa situar un proyector de diapositivas de este tipo en el contexto de un museo de arte contemporáneo? El contraste que se establece entre la sala, austera y fría, y el proyector parece ser producto de una decisión plenamente consciente de las significaciones que así puede adquirir. La utilización de este tipo de elementos en este contexto podría estar también perpetuando unas prácticas concretas en la institución museística y en el consumo, estableciendo unos hábitos de preferencia por este tipo de objetos. El fetichismo convierte en protagonista al propio objeto, en detrimento de la imagen. ¿Cuál es la obra en este caso? ¿La colección de fotografías o el mecanismo que las hace visibles?

Al situar el proyector en esta sala, ya cargado de diapositivas, encendido y frente a una pared, su función y significación cambia, el objeto se redefine por su relación con otros objetos. Lo que resulta interesante ahora son las relaciones que se establecen con el espacio, los elementos que lo conforman y el espectador. Unas relaciones de interdependencia y complementariedad ya que las imágenes sólo existen y adquieren materialidad gracias a estos dos elementos: el proyector y la pared de la sala. De este modo, estos objetos aislados se relacionan formando un mecanismo nuevo que funciona orgánica y conjuntamente, de modo casi protésico. No es posible imaginar la imagen sin proyector, el proyector sin pared o la pared sin imagen.

En esta relación simbiótica, la función de este se traiciona a sí mismo. El proyector tiene como fin la creación de una imagen para ser contemplada por el espectador. Sin embargo, para que esto suceda, el proyector ha de situarse necesariamente entre uno y otro, a la misma altura, como un obstáculo que posibilita la imagen y, a su vez, impide su observación, ya que de otro modo esta no existiría.

El proyector de diapositivas de la sala 001.04