But I am interested in chairs that transcend the
meanings they are confined to in such a system,
where they rise to eloquence in contexts more
dramatic than that of domestic interiors, and
sound meanings of the deepest order
- Arthur C. Danto
Veo una silla blanca detrás de una obra, al costado también. Incluso al final y a lo largo de las salas del museo. Es una silla de plástico, con patas metálicas en color plata. La silla es rígida, fría y no parece ser muy cómoda. En realidad son varias sillas, pero para mi es una. Ya que parece ser que cumplen un mismo rol dentro del museo. Este objeto no tiene la función de ser visto por el público y pareciera ser que su papel principal es “trabajar” como objeto de descanso del que vigila. Parece que no intenta provocar nada en el espectador, pero ¿realmente no provoca nada? Si lo que esta silla evoca no es confort ¿para qué fue creada entonces?
Este objeto llamó mi atención porque tiene una carga simbólica, o explícita tal vez. La silla del museo pertenece a quien cuida del orden, es un espacio de descanso y vigilancia. Lo interesante está en que cuando la silla queda vacía, permanece el significado del orden. Da continuidad a ese sentido de prohibición que ubica el lugar y el ritual que es “necesario” seguir. Es una extensión simbólica del orden, una prótesis. Pero ¿a quiénes ajusta o mueve? ¿cuál es el deseo de la existencia protética de la silla? ¿es deseo de amputar y archivar la experiencia?.
Arthur Danto analiza el significado de la silla, como reminiscencia de la cátedra. Por un lado, es un lugar de autoridad y de consagración; por el otro, es un lugar también de confort. La silla en este sentido, carga consigo un bagaje de significados, que, por si sola ya posee. Es por eso que Danto sugiere que no hay mayor representación de la trascendencia que el trono vacío.
Más allá de la presencia del que custodia, la silla forma parte de la estructura de control del museo. ¿qué detona la silla en el visitante? ¿pasará inadvertida?. En mi caso, la figura del vigilante siempre me ha parecido muy interesante. Si pensamos la silla como lugar del supuesto saber y elemento de ejercicio de poder ¿realmente nos sentimos plenamente libres para abrirnos a la sensibilidad estética de las obras? ¿logramos descubrir lo bello, lo grotesco o lo sublime? ¿cómo encontrar lo sublime en el límite del orden?.
La silla, envía un mensaje directo de lo que se puede y no se puede hacer dentro de un museo. Nos indica el “valor” que se les dota a las obras, pero también nos indica aquellas que se consideran de mayor importancia. Por ejemplo, mientras "El Guernica" tiene dos sillas en cada extremo de la obra, hay salas que cuentan con una solamente. La silla se pierde entre las paredes blancas de las salas. Intentado pasar desapercibida, sutil, sin importancia. No obstante, irrumpe con la mirada y la dinámica del paseante, a lo mejor sólo unos segundos, pero con eso basta para que el mensaje llegue: NO.
El objeto en su lugar
¿Qué significa la silla en relación con los otros objetos? Cabe mencionar que el objeto analizado se encuentra en el museo. Ese lugar dedicado a conceder y provocar la inspiración poética, a “proteger” todo aquello que una sociedad, en cierta época, considera altamente valioso de la cultura, que se suele llamar arte.
Si entendemos la lógica del museo como un lugar que contiene objetos y elementos de especial importancia de un época pensados para la posteridad, casi la inmortalidad de los mismos; podemos comprender que el museo es un espacio fuera de lo profano que sigue un ritual específico dentro de él, ligado a ciertos códigos de conducta normalizados: bajar la voz, caminar despacio, no tocar, no correr, no gritar.
Inconvenientemente, para el mantenimiento del orden, se requiere de una constante reiteración del mismo. La palabra orden, entendida como “colocación de las cosas en el lugar que les corresponde […] regla o modo que se observa para hacer las cosas […] mandato que se debe obedecer, observar y ejecutar”, es “un valor” que la silla del museo carga. La silla, alrededor de todas las grandes obras que la rodean, permanece inmóvil, pequeña, confusa. Es la única que aparece expuesta con los demás objetos, pero queda claro que no es una obra de arte.
La silla, que generalmente tiene una función clara y directa para quien la ocupa como lugar de descanso y relajamiento, en el museo, su función se vuelve confusa y opera como lugar de control, tensión y vigilancia constante. Es un significante que lleva consigo “valores” como lo digno, lo inmóvil, lo pulcro, lo moderno, la regla y la formalidad. En consecuencia, este objeto, es lo suficientemente elocuente para llevar, dentro del arte, una serie de significados humanos poderosos. En este sentido, ¿podría ser acaso una instalación más?
Analogía I
Silla en el arte
Analogía II
Diálogos
Referencias:
• Danto, Arthur C., “The Seat of the Soul: Three Chairs” en Grand Street, Vol. 6, No. 4 (Summer, 1987) pp. 157-176 en línea: www.jstor.org/stable/25007019?seq=1#page_scan_tab_contents
• Fiona Candlin, Raiford Guins (eds.), The Object Reader, London and New York: Routledge, 2009, pp. 569
• Real Academia de la Lengua Española, “orden” en línea: www.dle.rae.es/?id=R9ScnIe
Si las sillas del museo fueran parte de la colección ¿tendrían el mismo significado que tienen ahora? ¿qué perderían y qué ganarían?. A lo mejor, las sillas, sin ser pensadas ni elegidas como colección de lo museable, forman ahora parte importante de los objetos necesarios para un museo como el Reina Sofía. Walter Benjamin me invita a pensar la colección en términos de la construcción de sentido que poseen al ser seleccionados, pues, “sólo en la extinción [del objeto] es comprensible la colección”. El sentido de existencia de la colección, se la da el dueño, en el presente. Pero con miras a futuro es el dueño quien vive en el objeto.
El museo como dueño ¿tendría cabida en la colección de sus sillas? ¿qué se diría de él? ¿qué silencios, diálogos o preguntas se pondrían suscitar? La colección, sería un microcosmos de lo que un museo es. Una noción de la norma, lo posible y la prohibición de aquello pertinente en un espacio como el museo, un dejo de la función de los usuarios de la silla, como vigilantes de las obras. Una especie de panóptico simbólico con el que se encuentra el espectador en su visita. Así como los juguetes de Barthes, los objetos dentro del museo, siempre significan algo, y ese “algo” es siempre socializado, constituido por los mitos y las técnicas de la vida moderna, del arte de la modernidad, de la presencia del ojo vigilante objetualizado en silla y el ojo espectante a la intriga de quien le vigila.
Isis Mariana Yépez Rodríguez
técnica mixta, Madrid, 2018, MNCARS
Silla del vigilante
La silla del museo podría encontrarse en cualquier oficina o casa de la ciudad, pero su rol cambiaría por completo. Sin embargo, podría estar incluso en tantos museos, que si no pasara desapercibida, a lo mejor podría ser un ícono “de los elementos del ejercicio de poder y de control” de la cultura de los museos del siglo XXI. Si estas sillas ganaran el interés de algún círculo del medio artístico ¿podrían pasar a formar parte de la colección del MoMA a futuro, como sucedió con la silla de Charles Eames?
Su sentido y significado ya no sería el mismo, evocaría un época anterior, con ideales distintos, roles caducos, valores pasados, a lo mejor. O podría reforzar los valores de una época, la forma de entender el arte y relacionarse con él. La silla como objeto artístico, es un vehículo de significados. Precisamente, podría ser el hilo conductor de lo que se entendía por ser y estar en un museo y una parte esencial del día a día de los museos, su cotidianidad, sus rituales establecidos dentro de él y la forma de relacionarse con el público.
La silla, como objeto artístico, en un pedestal, en el centro de la visualidad del espacio museable, desdibuja los significados que llega a poseer el objeto fuera del circuito del arte. Te inhibe a usar tal objeto y te recuerda que no posees esos beneficios. Es decir, para comprender que es un objeto artístico, se imposibilita su “uso” como mueble y advierte otros significados que puede llevar a reflexiones más allá de su lugar de poder.
La silla vacía